Infame dedo destructor
José Ayala Lasso
Sábado 23 de mayo 2020
En el tumbado de la Capilla Sixtina, Miguel Ángel pintó un fresco que representa a Dios creando al hombre. Extendida la mano divina con la palma hacia abajo, el dedo índice toca apenas la de Adán que recibe la vida e inaugura su tránsito hacia lo trascendente.
Nuestros grandes maestros Guayasamín y Kingman también pintaron manos abiertas en implorante súplica, o levantadas en denuncia y protesta, o acariciantes con infinita ternura, y elocuentes dedos de justicia y amor.
En octubre último, el Ecuador pudo ver manos de protesta, muchas de ellas movidas por justas reivindicaciones históricas, junto a otras que, enarbolando turbios deseos de venganza, causaron vandalismo y destrucción. Una de las imágenes que más hirió la consciencia ciudadana fue la de una mano que, con el dedo índice extendido, golpeaba repetidamente el pecho de un alto oficial de la policía humillándolo despectivamente. Rabioso saltaba el dedo y, de manera infamante, golpeaba la frente del oficial, al que se había despojado de sus insignias de mando, para que, desnudos los pies y destrozada su alma, recibiera multiplicado el escarnio al que se lo sometía por haber cumplido con su deber, mientras la turba aplaudía la terrible violación de sus derechos, todo ello en el ágora del recinto supuestamente erigido para consagrar el rito de la cultura y la civilidad.
Todos recordamos los excesos que terminaron por destruir el patrimonio histórico y cultural de la nación e incinerar comprometedores documentos de Contraloría.
¿Fue esa una actitud adecuada para reclamar justicia e igualdad? El Ecuador está ahora inmerso en una gravísima crisis de la que no podrá salir sin el sacrificio solidariamente aceptado por todos. Conocidas las medidas adoptadas por el Gobierno y la Asamblea para afrontar los evidentes riesgos de un caos inmanejable, ya se escuchan nuevamente voces populistas que amenazan con manifestaciones para rechazarlas. Ya resuenan las arengas demagógicas acostumbradas y se advierte que un nuevo octubre se apronta para tomar las calles.
No es hora de volver a usar el discurso de la rebeldía para pretender resolver, sin afectar a nadie, los problemas que a todos afectan. La reducción del gasto público debe ir necesariamente acompañada por una drástica disminución del tamaño de un estado irracionalmente hipertrofiado durante el régimen anterior. No hay duda de que los derechos y legítimas aspiraciones de muchos ecuatorianos se verán especialmente afectados. Ellos tienen abierta la posibilidad democrática de usar los recursos que la ley tiene previstos. La justicia, al examinar los casos que se le sometan, está llamada a resolver respetando los dictados propios de un estado de derecho. ¡Pero nadie puede cerrar los ojos ante la inminente tragedia que está abierta bajo los pies del Ecuador!
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: https://www.elcomercio.com/opinion/infame-dedo-destructor.html.