Hasta mediados del siglo XX, los mares estaban dominados por las grandes potencias. Los países ribereños apenas podían reclamar jurisdicción sobre tres, seis y hasta doce millas desde sus playas. Los países pequeños veían que los recursos ictiológicos y energéticos del mar frente a sus costas eran explotados por los poderosos.
Ecuador, Perú y Chile, los “países del Pacífico Sur”, en 1952, suscribieron la “Declaración de Santiago”. Proclamaron su soberanía sobre 200 millas de mar territorial frente a sus costas. La mayoría de los estados rechazó, hasta minimizó la medida. Pero, luego de luchas y negociaciones se aprobó la “Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar”, Convenmar, que estableció 200 millas de una Zona Económica Exclusiva, la Plataforma Continental, garantías para la protección de los recursos naturales e instituciones para la regulación del uso y la explotación de los océanos.
La convención fue suscrita y ratificada por la gran mayoría de los países del mundo, entre ellos el nuestro. No se logró el objetivo máximo, pero sus resultados son importantes para el Ecuador. La plataforma continental y la zona económica exclusiva le dan enormes extensiones desde las costas continentales y alrededor de Galápagos.
Luis Valencia Rodríguez, un diplomático de larga trayectoria fue el autor principal de ese importante logro. Hizo otros aportes al país pero, sin duda, desde la perspectiva patriótica, fue su mejor hora, cuando con valentía y decisión informó a la legislatura y al país la existencia de un trato secreto de la dictadura militar (1963-1966) con Estados Unidos para permitir la operación de pesqueros piratas en nuestro mar, cuya reivindicación fue uno de los grandes objetivos de su vida. Luis Valencia murió hace algunos días.
Tuvo muchas distinciones, reconocimientos y condecoraciones, pero nunca logrará una mayor que aquella en que la Asamblea Constituyente, sin medallas ni brindis, el 21 de noviembre de 1966, lo declaró “merecedor del bien de la Patria”.
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