Discurso del canciller Juan Carlos Holguín en la sesión de conmemoración
del Día del Diplomático
(19 de mayo de 2022)
Quienes me conocen saben que suelo ocupar solo pequeños espacios de tiempo para dar un discurso, pero para mí el día de hoy es un momento muy especial desde que tuve la honrosa designación para esta misión por parte del presidente Guillermo Lasso, aquel 3 de enero. Por lo tanto, les pido su paciencia ya que me alargaré un poco.
Me es muy grato participar en la celebración del Día del Diplomático Ecuatoriano y agradezco a la AFESE, y en especial a su presidente, el embajador Gonzalo Salvador, el haber coordinado con nosotros para realizar en conjunto este acto tan significativo.
También es un honor para mí poder participar en este acto porque firmaré el respectivo Acuerdo Ministerial por el que se da a la Academia Diplomática el nombre de Galo Plaza Lasso, expresidente del Ecuador, líder político y destacado diplomático e internacionalista, a quien todo el Ecuador recuerda y al que, en lo personal, he admirado desde que llegué a conocer su figura, en los días de mi secundaria. Cuando tendría yo 13 o 14 años, en alguna de las haciendas del expresidente Galo Plaza Lasso, encontré un libro sobre él, que lo hojeé detenidamente. Y puedo decir que me marcó como una referencia de lo que significa no solo el servicio público honesto y trascendente sino también la figura de un ciudadano a carta cabal que ha marcado con su ejemplaridad las demás generaciones.
Ejemplo de gobernante y de diplomático, notable empresario de la agricultura y gran ser humano, es muy justo que le rindamos este homenaje. Pero este nombre, sobre todo, pone el listón muy alto para la propia academia, para sus alumnos y para sus cursantes.
Digo que Galo Plaza es ejemplo de diplomático. Pero, ¿qué es la diplomacia? Leí hace poco una definición de un académico australiano que me encantó: la diplomacia es el sistema operativo de las relaciones internacionales. Es una muy buena definición, pues la compara a la computación, donde están el hardware, es decir el aparato físico, el software, es decir los programas, pero para que los dos interactúen se requiere un sistema operativo. Y eso es lo, según este autor, hace la diplomacia.
Entre sus responsabilidades, y estos meses me han permitido comprobarlo día a día desde mis funciones de Ministro de Relaciones Exteriores, están las de reunir información y transmitirla, las de comunicar, las de negociar (tanto con gobiernos extranjeros como con otros actores), las de promover relaciones amistosas (donde hay que incluir las relaciones económicas, las culturales y las científicas) y las de proteger a los ciudadanos en el exterior.
Nosotros amamos a nuestro país, y queremos lo mejor para él. Tenemos nuestra cosmovisión, nuestros intereses. Pero hemos de reconocer que el Ecuador es un país entre muchos otros, lo que significa que existen límites importantes sobre cuánto puede obtener de lo que quiere. Este es un mundo grande y difícil y necesitamos a las mejores personas que traten de darle sentido y adaptarlo a nuestros intereses. Felizmente el Ecuador cuenta con ellos. Es decir, con ustedes, los diplomáticos ecuatorianos profesionales, apoyados por todo el equipo administrativo y técnico de este ministerio de Relaciones Exteriores. El país les agradece todos los días lo que hacen.
Creo que si me pidieran definir una habilidad central del diplomático yo diría que es la de ver las cosas con perspectiva: es decir, ser capaz de ver el mundo como lo ven los demás. La mayoría de otros países no comparten necesariamente nuestro punto de vista y es una obviedad que no se preocupan por nuestros intereses. Si queremos entenderlos y comunicarnos con ellos, necesitamos entrar imaginativamente en su cosmovisión.
Las habilidades analíticas y las relaciones que se requieren forjar para responder tales preguntas son habilidades de especialistas. Los diplomáticos son, por definición, una élite, pero no en el mal sentido de la palabra: pasan años estudiando otras culturas, sociedades y economías y desarrollando las habilidades interculturales necesarias para poderlas comunicar y persuadir.
Esto no atrae a los populistas. Hay políticos, en nuestro país y en otros, que prefieren ver las relaciones internacionales como una relación de fuerza. Algunos que se creen grandes negociadores o con personalidades arrolladoras, han conseguido muy pocos dividendos perceptibles durante sus gobiernos. Y otros, como lamentablemente estamos viendo, optan por la guerra, una solución de fuerza extrema, que ensombrece al mundo. Muchas guerras nacieron de la soberbia, de creerse más fuertes y mejor armados, pero ya vimos el siglo pasado como el nazismo y el fascismo, nacidos de la soberbia y de la prepotencia, que hacía se considerasen invencibles, sufrieron aparatosas derrotas, tras una estela de decenas de millones de muertos.
Entonces, es el momento de retornar a la diplomacia y jamás pasarla por alto. Debemos considerar, por tanto, que nuestra Academia Diplomática, que los cursos de formación continua, que los posgrados que se vayan haciendo a lo largo de la carrera, preparen a nuestros diplomáticos a través del desarrollo de las habilidades especiales de las que acabo de hablar.
Quizás en la época dorada de la diplomacia, los diplomáticos eran un club exclusivo que gestionaba el compromiso internacional. Hoy en día, las tecnologías de comunicación en tiempo real y la facilidad de viajar dan la (falsa) impresión de que cualquiera puede comunicarse sin problemas a través de las fronteras. Y no es así: necesitamos presencia, necesitamos cercanía, capacidad de persuadir y lograr, poco a poco, los objetivos, rechazando estos enfoques de fuerza o de seguridad y privilegiando más que nunca los caminos de la diplomacia.
Porque la diplomacia se ocupa de los matices (y no me refiero a buscar los cinco pies al gato) y se ocupa del compromiso (y no me refiero al “apaciguamiento” que ejercieron con Hitler algunos diplomáticos confundidos). Lo que quiero decir es que ese enfoque exclusivo de seguridad, que ve las cosas en blanco y negro, definiendo enemigos y amigos, aunque pueda ser muy reconfortante para algunos, no es la manera de construir la paz, la cooperación y el avance conjunto.
Pienso en los diplomáticos de algunos países que están bajo presión para mostrar su patriotismo y “espíritu de lucha”. ¡Pobres de ellos! No pueden tener una buena comunicación diplomática ni lograr sus objetivos. También pienso en aquellos países en los cuales la política interna se considera más importante que la internacional, con lo que se desplaza a la buena política exterior por consideraciones de muy corto plazo o peleas entre actores políticos o adscripciones ideológicas, como vimos recientemente en el país durante más de una década. Para evitar esto, necesitamos líderes que se preocupen por los intereses del país a largo plazo, que tengan amplitud de miras, moderación, y no sean demagogos populistas.
Quiero aprovechar para contarles que hoy fue un día positivo para el país por algunas razones, entre ellas el regreso de una de las fundaciones que luchan por la democracia en el mundo, la Fundación Konrad Adenauer, que había salido del Ecuador hace algunos años. Y cuando vemos que líderes como Konrad Adenauer, quien entendió que, precisamente, para luchar contra los totalitarismos, luchar contra esa ambición desatada de algunos de esos líderes como los que acabamos de nombrar, que piensan que por su ego, por su soberbia pueden desatar guerras y generar esas grandes pesadillas en el mundo, la política internacional, las relaciones cordiales entre países, el mirar precisamente a las regiones unidas, es el mejor remedio. Gran lid del s XX como Konrad Adenauer, Charles de Gaulle o quizás Churchill nos permiten entender que las relaciones internacionales, la diplomacia, son el camino para vencer a estos regímenes autoritarios (Aplausos).
Y esa es precisamente la descripción de Galo Plaza Lasso, ecuatoriano universal, con una destacada carrera en las relaciones internacionales.
Muchas veces hablamos de Galo Plaza Lasso como político y no hay duda que en todas sus actuaciones de la política nacional él fue muy acertado. Joven concejal de Quito fue luego presidente del Concejo Municipal de Quito (equivalente a alcalde) en 1937 y, enseguida, ministro de Defensa Nacional en el gabinete del presidente Aurelio Mosquera Narváez (1938-39), funciones en las que continuó en los gobiernos interinos de Andrés F. Córdova y Julio Enrique Moreno (1939-40). Y, claro, fue elegido presidente de la República en 1948, altas funciones que desempeñó hasta 1952, siendo el primer presidente en concluir su período tras 28 años de anarquía. En sus cuatro años hizo gala de su espíritu conciliador y demócrata, además de su gran dinamia para impulsar el desarrollo del Ecuador, por ejemplo con la producción y exportación de banano.
Esa destacada actuación hace que olvidemos a veces su extraordinaria faceta de internacionalista y diplomático. En primer lugar, recordemos que nació en Nueva York en 1906 cuando su padre, el expresidente Leonidas Plaza Gutiérrez, desempeñaba la representación diplomática ecuatoriana ante Estados Unidos de América, lo que le permitió aprender inglés desde niño. Graduado de bachiller en el colegio Mejía fue a Estados Unidos a estudiar la universidad y, cuando todos esperaban que ingresara a alguna prestigiosa Facultad de Agricultura, optó por matricularse en el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Georgetown, de la que se graduó con honores (para mí, este es un rasgo que me emociona, pues en aquel libro cuando tenía 13 años, leí el nombre de esta universidad, en la que yo pude también cursar después mi maestría).
A Galo Plaza, eso le valió ingresar como Adjunto Civil de la entonces Legación del Ecuador en Washington. Fue después de que tuvo que renunciar, por presión de su padre, cuando pasó ese período de ganarse la vida vendiendo manzanas y revistas en las calles de Nueva York, cuyas anécdotas solía contar, así como de las que acumuló cuando entró como marino en la “Grace Line”, la flota mercante que unía Nueva York y Galveston con los puertos del Pacífico, atravesando el canal de Panamá.
Reintegrado a la vida familiar y en medio del trabajo duro para recuperar el patrimonio familiar, fue tentado para su concejalía y su gran desempeño en esta le llevó a la presidencia del Concejo. Pero después de su período como ministro de Defensa y antes de que fuera presidente de la República, tendría una nueva misión internacional: tras la Gloriosa, el presidente José María Velasco Ibarra pidió su colaboración y le nombró embajador en Washington, ante el Gobierno del presidente Franklin Delano Roosevelt. No podía encontrar mejor embajador, por las amplias relaciones de amistad que Galo Plaza tenía en EE.UU. y por el conocimiento de los mecanismos de la política estadounidense.
Siendo embajador ante Washington, integró la misión del Ecuador a la Asamblea de San Francisco, que presidió el entonces canciller, Camilo Ponce Enríquez, y firmó con él la Carta de las Naciones Unidas en 1945. Ambos, Plaza y Ponce, serían presidentes de la República. Pero Galo Plaza no solo que firmó la Carta de las Naciones Unidas: desplegó entonces sus cualidades de gran componedor, y facilitó la entrada de Argentina en las Naciones Unidas, membresía a la que se oponía la Unión Soviética pues mencionaba que Argentina tenía varios lazos con el nazismo. Fue entonces un diplomático que, como los mejores diplomáticos del mundo, se jugaron por la causa latinoamericana.
Renunció en 1946 a la embajada en Washington y en ese momento creía, como todos los que nos retiramos, que se retiraba de la política y volvía a sus tareas de empresario agrícola. Pero en 1948 se conformó un gran movimiento en torno suyo, el Frente de Unidad Nacional, con el que se presentó a las elecciones que, como ya lo dije, le llevaron a la Presidencia de la República. Durante sus cuatro años de mandato tuvo un solo canciller, Neftalí Ponce Miranda, y uno de los hitos más destacados de nuestra historia diplomática se dio con su visita de Estado a los Estados Unidos, cuyo presidente era Harry S. Truman, quien le recibió con todos los honores, entre ellos un apoteósico desfile, que todos hemos visto, en Nueva York. Su gira oficial continuó con sonado éxito por México y Venezuela con recibimientos igualmente magníficos.
Hace poco se reunió aquí en Quito la Conferencia Regional de la FAO. EN su discurso inaugural, el presidente Guillermo Lasso recordó que, en 1949, hace 73 años, se celebró también en Quito la primera conferencia regional de las Américas de la FAO, por empeño del presidente Galo Plaza Lasso, quien no la canceló a pesar del horroroso terremoto de Ambato. Aquí agradezco a Gonzalo Ortiz quien me hizo llegar pocos días antes de aquel evento, hace pocas semanas, el discurso que dio el presidente Plaza Lasso al inaugurar aquella reunión. Y uno puede ver ahí un hombre de estado, de avanzada, que ya en aquella época hablaba de la seguridad alimentaria.
Concluido su período presidencial, la figura de Galo Plaza había alcanzado fama internacional y eso le llevó a que las Naciones Unidas solicitara su concurso como mediador en el conflicto de Líbano (1958), luego en el del Congo, Zaire (1960), donde presidió la misión de paz de las Naciones Unidas, y más tarde en el de Chipre (1964-65). Como alguien dijo, en todas estas intervenciones Galo Plaza ya no era solamente un diplomático ecuatoriano sino un diplomático mundial.
Su brillante desempeño llevó entonces a los países de toda América a elegirlo como secretario general de la Organización de los Estados Americanos, cargo al que dio realce desde 1968 a 1975, prestigiando de nuevo al Ecuador pues su gestión, llena, a la vez, de entusiasmo y tino, fue aplaudida por todos los países.
Ese extraordinario desempeño es el que hemos querido poner como alto listón para los nuevos diplomáticos: que la figura de Galo Plaza sea la inspiración de quienes aspiran a representar al Ecuador y que, a lo largo de sus carreras, sirva para conducir la capacitación de los diplomáticos en las habilidades específicas de las que hablé antes en este discurso.
Entonces, como un homenaje al diplomático ecuatoriano, como un homenaje a una de las más grandes figuras de nuestra historia diplomática, procederé a firmar el acuerdo ministerial designando a la Academia Diplomática con el nombre de Galo Plaza Lasso (Aplausos). Tanto más simbólico porque las instalaciones de la academia están precisamente en la casa solariega de Galo Plaza en la avenida 6 de diciembre. Es la oportunidad de renovar el compromiso del Gobierno nacional con todos ustedes, con la formación de las nuevas generaciones en la Academia Diplomática y con su carrera y profesión. Muchas gracias.