Señor Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos mexicanos, señores y señoras jefes y jefas de Estado y presidente del Gobierno aquí presentes. Señores presidentes de delegaciones asistentes a esta sesión de la CELAC, señora directora de la CEPAL.
Que grato es dirigirme hoy a ustedes representantes de países hermanos por primera vez desde que presté juramento como presidente del Ecuador. En primer lugar, quiero extender mi agradecimiento a nuestro país anfitrión y expresarle la solidaridad por los fenómenos naturales por el terremoto que recientemente afectó a parte del territorio mexicano.
Señor presidente, todos los latinoamericanos reconocemos su incansable dedicación a la causa del continente es gracias a su pasión que hoy podemos reunirnos alrededor de intereses comunes y replantearlo como nuevas esperanzas, la integración de América Latina.
Creo que hablo por todos los presentes cuando digo gracias por su liderazgo, como les decía, es esta la primera oportunidad que tengo de dirigirme a un foro de esta naturaleza, pero incluso desde antes de ocupar la presidencia de mi país he seguido atentamente las defensas que aquí se han hecho de nuestra integración.
He escuchado apasionados alegatos a favor de que la CELAC se convierta en un bloque de peso relevante en el concierto internacional. Voces calificadas ponen a la Unión Europea como ejemplo de la influencia que pudiéramos alcanzar si tan solo estuviéramos más unidos, como base para tan ambiciosos objetivos se suele destacar los vínculos que nos unen. Nuestra historia, cultura, nuestra lengua, nuestra religión o el simple hecho de que muchos países compartimos los mismos héroes fundacionales. Es natural que disponiendo de todas estas ventajas nos hagamos los siguientes cuestionamientos ¿por qué no hay una mayor integración latinoamericana y del Caribe? ¿Qué nos ha mantenido distantes? ¿Qué debemos hacer para profundizarla?
Comprendo que estas son preguntas dignas de tesis o de libros de historia, cada quién encontrará su respuesta. Sin embargo, hoy yo quisiera aprovechar mi intervención para esbozar una respuesta que pueda contribuir a ejecutar una integración más profunda para todos. Porque créanme cuando les digo respetables excelencias que yo también estoy absolutamente comprometido con la integración latinoamericana, mucho más de lo que ustedes pudieran imaginar, la única y sutil diferencia es que yo busco una integración que vaya más allá de los esfuerzos que tradicionalmente se han hecho en esta materia.
Quisiera una integración que trascienda organismos y eventos, como estos que si bien son muy necesarios suelen ser acontecimientos cuyos beneficios apenas son conocidos por nuestros ciudadanos y es que en el fondo poco importa que nosotros nos reunamos aquí entre presidente lo que realmente nos debería importar es que sean nuestros ciudadanos quienes estrechen verdaderos lazos de beneficios y provecho mutuo. Me refiero a lazos que construyan prosperidad real, que se siente en sus bolsillos, en sus mesas y en sus platos de comida.
En este punto quisiera recuperar el caso que se suele tomar como modelo de lo que pudiéramos ser: la Unión Europea. Me parece absolutamente loable la intención de que alcancemos semejante nivel de integración, sin embargo; a veces siento que se omite un detalle crucial y es que después de la destrucción que asoló al viejo continente en la Segunda Guerra mundial, los europeos optaron por unirse no solamente a través de declaraciones políticas. Ellos aprendieron muy bien las lecciones de la guerra, sus líderes buscaron la mejor manera para lograr que holandeses, italianos, alemanes, españoles.
En fin, pueblos aparentemente visibles sientan que era posible construir un futuro compartido y dieron con una solución brillante como suele ser todo lo que nace del sentido común a través de los lazos económicos. Era una idea muy sencilla, pero muy poderosa también. La prosperidad compartida crea un sentido de responsabilidad compartida, si tenemos un interés comercial con un vecino entonces nos importa lo que le pase a ese vecino. Queremos que le vaya bien, queremos proteger la relación, si nos va bien con él entonces seguramente vamos a querer venderles más cosas u obtener de él mejores productos, servicios e inversión por ello crearon una gran unidad aduanera.
De hecho, la primera versión de lo que hoy conocemos como la Unión Europea se denominó Comunidad Económica Europea. Uniendo los intereses de sus ciudadanos en relaciones económicas reales, estables y sobre todo duraderas crearon prosperidad común y esto les permitió construir las instituciones europeas que hoy conocemos. Es decir, su integración fue primero económica y luego política. No trabajaron de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia arriba. Primero los ciudadanos, después los gobiernos así construyeron la envidiable influencia de la que hoy gozan como bloque. Eso es señor presidente lo que yo considero verdadera integración, que sintamos los desafíos ajenos tan nuestros como propios, que sintamos que nuestro trabajo en conjunto construye el futuro compartido de todos.
En el caso de Ecuador, para mí resulta sorprendente que el Gobierno que presidió el mío en tanto habló de integración regional y de la patria grande ni siquiera haya hecho el intento de firmar un tratado de libre comercio con el país que hoy nos acoge con calidez. Un mercado potencial de más de 120 millones de personas.
Tampoco quisieron ingresar a la Alianza del Pacífico, quizás la iniciativa en integración regional más exitosa de los últimos tiempos. Tenemos acuerdos de libre comercio con la Unión Europea pero no con Latinoamérica, quitando las honrosas excepciones con la Comunidad Andina.
Cómo queremos ser influyentes en el mundo, si entre nosotros mismos no potenciamos todas nuestras fortalezas, el mundo no nos va a escuchar porque tenemos un idioma común, el mundo nos va a escuchar cuando tengamos grandes mercados comunes donde crezca nuestra riqueza.
Cuando un ciudadano de Guayaquil pueda venderle libremente cacao a otro ciudadano de El Salvador, o cuando un floricultor de Quito pueda hacer fortuna vendiendo flores aquí en México y viceversa, entonces el mundo nos va a escuchar. Cuando el mundo sienta rugir los motores de nuestra creatividad, cuando se de cuenta de que estamos sacando verdadero provecho de todas nuestras fortalezas culturales, entonces nos va a escuchar.
La voz de nuestro crecimiento económico hablara con más elocuencia y poder, que cualquier declaración conjunta que hagamos aquí hoy. Más Ecuador en el mundo y más mundo, es el lema que guía nuestra política internacional y en la vacunación ya ha dado resultados. Al iniciar nuestro mandato, hace escasos 115 o 120 días, heredamos un escaso porcentaje de población vacunada equivalente al 4% del total. Hoy poco más de 100 después, hemos alcanzado poco más del 55% de la población total. En escasos tres meses, y unos pocos días, logramos vacunar al 55% de la población, más de la mitad, y de acuerdo con estadísticas de la CEPAL al 81% de la población mayor de 18 años.
No lo traigo a colación para sacar pecho como Gobierno, lo digo porque esto no ha sido solamente un éxito de nuestra gestión estatal sino también de la diplomacia mundial, un éxito de la cooperación con China, con Rusia, con Estados Unidos y algunos países de la Unión Europea. Esto demuestra lo que sucede cuando hablamos y cooperamos sin fijarnos en un club ideológico o en la etiqueta partidista. Eso es lo que les propongo hoy, simplemente hacer lo que conviene a nuestros ciudadanos.
Si queremos tener peso mundial, excelencias, debemos darle peso a nuestras economías, y la vía para eso, todos sabemos dónde está, en la liberación del potencial creativo de nuestros países. Repito, todo nuestro pasado común no servirá de nada, sino tenemos un futuro común. Y ese futuro común, solo se construye a través de la libertad de nuestros ciudadanos, para abrir nuevos mercados, para comerciar, soñar y crecer juntos, en una plena democracia, en libertad, en donde existan elecciones transparentes sin ninguna duda, donde se respete la libertad de expresión, donde se respeten los derechos humanos y las libertades políticas de los opositores a nuestros gobiernos.
Finalizo esta intervención, con un llamado a todos quienes quieran construir ese nuevo futuro en libertad. Unámonos, nuestro destino a través de una verdadera integración de abajo hacia arriba, una integración que ponga primero que todo a los ciudadanos latinoamericanos y del Caribe.