LA CRISIS DE COLOMBIA
Alfonso López Araujo
Lo que sucede en Colombia es un asunto muy complejo. País con una gran institucionalidad, sin embargo ha vivido, sin parar, desde 1947, una época denominada de “la violencia”, que ha ido creando guerrillas nunca derrotadas definitivamente por las FFAA (la firma de los Acuerdos de Paz no significó una derrota para las FARC ni la terminación del conflicto con las numerosas disidencias, la actividad del ELN y más grupos paramilitares). Hay amplias franjas del territorio colombiano que no están controladas por el Gobierno, particularmente en el sector del Pacífico y en las áreas fronterizas con Ecuador y Venezuela. Y son zonas donde hay focos grandes de pobreza.
El detonante fue la propuesta reforma tributaria, que luego, tuvo que ser retirada. Reforma que, a más de inoportuna, en plena crisis económica que impacta al pueblo agravada por la pandemia, contenía, entre otros, alza de impuestos como el IVA que golpea a ricos y pobres. La mecha se prendió y por más que el Gobierno haya retirado el proyecto, la explosión se volvió inevitable.
El presidente Duque se va a sentar en la mesa con los manifestantes para tratar de levantar los bloqueos. Ya no hay un diálogo sino que se abre, por fin, una negociación. El presidente ha escuchado a los que le pedían una actitud menos altiva y más condescendiente con quienes han provocado la mayor crisis de su Gobierno.
Cómo pasa en todos nuestros país, el problema en Colombia es estructural y hay muchos temas que vuelven eléctrico el clima social. Quiero repasar sólo unos pocos. Hay que empezar por recordar el tema de la desigualdad, que en Colombia es mayor que en el Ecuador; tema en el que el Gobierno de Duque ha fracasado ruidosamente en su intento de cerrar esa brecha (la reforma tributaria, según el gobierno, tenía ese objetivo). De acuerdo con el Banco Mundial, el coeficiente de GINI para Ecuador, calculado para el año 2019, era de 0.457 mientras que para el mismo año, el de Colombia era 0.538 (menor número, más igualdad; mayor número, más desigualdad). En el Ecuador el salario mínimo es 400 dólares mientras que en Colombia es 244, que no cubre las necesidades básicas. El Gobierno ofrece subirlo a 264, pero parece que no sería presupuestariamente viable.
Hay muchos jóvenes colombianos que no pueden acceder a la Universidad pública porque no están en capacidad de pagar el costo de matrícula. Lo que cimenta la desigualdad. Uno de los pedidos de los protestantes jóvenes es, precisamente, el de eliminar dicho costo, lo que implicaría otro rubro de egreso para el fisco ya que tendría que suplantar ese monto. De todas maneras, esto luce negociable.
Hay tres puntos que exigen los protestantes en los cuales parecería casi imposible que el gobierno pueda ceder: suspender la erradicación forzosa de los cultivos de coca, descartar la aspersión de glifosato y desmilitarizar la respuesta a las protestas. La primera, si bien inaceptable, es comprensible, ya que hay segmentos de la población que, desde hace muchísimos años, viven de cultivar la coca. Para ellos, el intento del gobierno de erradicación no luce legítimo.Pero el gobierno colombiano tiene obligaciones constitucionales, legales e internacionales que cumplir.
La aspersión con glifosato es otro punto: causa problemas ambientales y la aspersión aérea no es aceptable a nivel internacional. El Ecuador mismo lo ha combatido por los efectos en la salud de sus campesinos.
La desmilitarización de la represión es otro tema complicado que no veo cómo el gobierno podría aceptarlo, aunque podría intervenir para que se detengan las ejecuciones extrajudiciales y demás violaciones a los derechos humanos de las que son acusadas, incluso a nivel internacional, las fuerzas del orden. Hay protestas pacíficas y protestas vandálicas y el gobierno debe diferenciar el trato entre unas y otras. Hay que recordar que la violencia ha marcado a la población. Si bien el colombiano, en general, es pacífico, hay grupos extremistas políticos, narcos y delincuentes comunes que no titubean a la hora de aplicar la violencia. La población que pacíficamente protesta no puede recibir el mismo trato que estos grupos se merecen. No se puede olvidar que, precisamente por la presencia de estos grupos vandálicos y terroristas, las fuerzas del orden (fuerzas armadas y policías) no titubean al momento de utilizar armas letales ya que han sido entrenadas para combatir a guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes. El general Oscar Naranjo, considerado en su momento el mejor policía del mundo, decía que no hay policía mejor preparada para la guerra que la colombiana. Pero enseñarles la diferencia del tratamiento que se debe otorgar a la protesta pacífica de la violencia vandálica y terrorista es tarea del gobierno. La defensa de la propiedad, sea estatal o privada, es esencial, pero no debe llevar a excesos.
Entre los temas que causan descontento a la población están también el de la vacunación, los problemas de femicidios constantes y no resueltos, la discriminación y falta de oportunidades para los menos favorecidos, la falta de acceso al Internet que ha aumentado la diferencia entre niños y jóvenes que pueden optar por la educación a distancia y los que no; y, así, un largo etcétera.
No dudo -que duda puede caber- que habrá activistas cubanos y venezolanos azuzando las protestas. Y deben de haber bastantes. Pero no creo que su presencia, per se, sea determinante. Si el escenario no estuviera listo, podría ser hasta irrelevante. Pero el escenario se lo ha estado levantando durante mucho, mucho tiempo, tanto que ya, antes de que empiece la pandemia, la crisis estuvo a punto de estallar. Los jóvenes y una buena masa de la población no ha disfrutado de oportunidades y no tiene esperanzas de hacerlo, al menos en un futuro avisorable. De allí la necesidad de controlar a esos activistas foráneos que van a tratar de pescar a río revuelto.
No sólo por la vecindad, que ha traído a nuestras puertas el sicariato, la narco violencia y la corrupción de autoridades y ciudadanos comunes, sino por la similitud de problemas estructurales, al gobierno del Presidente Lasso le tocará aprender de entrada la lección que nos da Colombia y atacar, desde el primer día, las bolsas de pobreza que afectan seriamente a nuestra población. Ojalá Mae Montaño, designada como titular del Ministerio de Inclusión Social, haga un gran trabajo en ese sector.
Quito, 12 de mayo de 2021
Publicado originalmente en Facebook