LA GUERRA DE LAS ISLAS MALVINAS
En un día como hoy, el 2 de abril de 1982, estuve desempeñando funciones en la hermosa ciudad Bs. Aires cuando el Gobierno argentino ocupó militarmente el Archipiélago de las Malvinas, dando inicio al llamado Proceso de Reorganización Nacional.
Años antes, el 24 de marzo de 1976, se produjo el golpe militar encabezado por el general Jorge Rafael Videla contra la presidenta Isabel Martínez de Perón, que sucedió a su esposo el legendario general Juan Domingo Perón, luego de su muerte y cuya filosofía política, inspirada básicamente en la inclusión y justicia social, aunque en verdad se ha utilizado su legado para la explotación política de muchos oportunistas con las más diversas y contradictorias interpretaciones.
Tal es el caso del actual gobierno argentino, en el que tanto su presidente Alberto Fernández como su vicepresidente Sra.Kirchner, dicen inspirarse en el peronismo, pero lo cierto es que han puesto en evidencia un inamistoso, contradictorio e irreconciliable divorcio político que les lleva por caminos separados, generando un triste espectáculo que no merece ese país de semejante importancia con valiosos recursos naturales y humamos, y que tiene un deterioro incontenible.
Pues bien, un prólogo de esa progresiva decadencia, fue la aventura de las Malvinas, bajo la presidencia del general Leopoldo Galtieri, a quien conocí personalmente cuando tenía una alta posición en el ejército argentino y al que no pocos ingenuos lo elevaron apresuradamente a la calidad de reencarnación del Libertador San Martin.
La invasión fue apresurada, desorganizada e improvisada, por decir lo menos, para recuperar apoyo popular cuando el gobierno militar tenía un inmenso rechazo.
El experimentado canciller Costa Méndez, uno de los pocos civiles en el gabinete, al parecer hizo suponer a los militares inexpertos que el entonces Presidente Reagan les apoyaría frente a la segura reacción del RU al frente de la Dama de Hierro Sra. Tatcher, en aplicación del TIAR, desestimando la profunda e historia relación entre los Estados Unidos y Gran Bretaña.
Craso error, la historia subsiguiente es bien conocida. La euforia del pueblo argentino duró muy poco y se desvaneció cuando se acercaban las fuerzas británicas y el Papa Juan Pablo II, en momentos en que el fatal desenlace era inminente, tuvo que hacer un viaje exclusivo a Bs.Aires para consolar a su pueblo de semejante fracaso y consiguiente frustración.
Las naciones latinoamericanos exhibieron una gran solidaridad diplomática, política y hasta militar con la Argentina, enviando incluso armamento que no sirvió de mucho frente a la enorme superioridad del contrincante.
Sin embargo, el consenso no fue total, pues hubo situaciones muy particulares, como el caso de Colombia que exhibió cierta aprehensión, motivada en fijar posición frente a eventuales acciones similares por las reivindicaciones de Nicaragua sobre el Archipiélago de San Andrés y Providencia, más cercano a sus costas que a las del Caribe colombiano.
En cambio, el entonces gobierno de Venezuela adoptó una postura contraria, mediante el apoyo más contundente a la Argentina, inspirado en su reclamación del Esequibo a su vecina Guyana, excolonia británica, con la intención de demostrar que son situaciones jurídicamente sililares.
Las negociaciones sobre las Malvinas se desarrollaban hasta entonces con el RU con ciertas expectativas, pero luego de la ocupación se redujeron a cero, y las aspiraciones argentinas están más lejos que nunca por la intransigencia británica, a tal punto que la UE las reconoce como Falkland, y parte del territorio de ultramar británico.
La única y lejana esperanza argentina es que la cuestión se encuentra inscrita en el Comité de Descolonización de la ONU, cuyas decisiones no son vinculantes.
Lo favorable de la conflagración -como si una guerra pudiese tener algo de positivo-, fue la caída de la dictadura, y el redimensionamiento del militarismo que se había fortalecido exponencialmente para la represión interna y ante un preocupante enfrentamiento con Chile por el conflicto de la zona austral, que felizmente fue resuelto poco antes con la mediación del mismo Papa Juan Pablo II, representado por el ilustrado negociador Cardenal Antonio Samoré.
Así se produjo el retorno a la democracia con la elección del prestigioso socialdemócrata Raúl Alfonsín, que paradójicamente no pudo culminar su mandato, y uno de sus sucesores, el presidente Antonio de la Rúa, corrió la misma suerte, habiendo sido evacuado intempestivamente por un helicóptero desde la terraza de la Casa Rosada.
De tal manera esa gran nación argentina, por la que guardo admiración y simpatía, ha recorrido su camino de tumbo en tumbo, y que ahora se debate con una inflación anual que gira alrededor del 50% y una pobreza no muy lejana a ese mismo porcentaje. Intuyo que seguramente todos aquellos avatares inspiraron la bella melodía “No Llores por mí Argentina”.
Embajador Fernando Ribadeneira
Quito, Abril, 2022