¿Qué inoportuno?
José Ayala Lasso
Sábado 28 de marzo 2020
¿A quién se le va a ocurrir hablar de poesía en tiempos de coronavirus? Perturbado y ciego parecería estar el que intentara tal aventura, ofreciendo la impresión de indiferencia, mientras crecen los contagios y las muertes, se endurecen las restricciones y resultan infructuosos los esfuerzos para controlar el mal. No le faltarían buenos argumentos a quien opinara que estaría fuera de lugar evocar a la poesía en los momentos de angustia que vivimos, sorprendidos tanto por la virulencia de la pandemia como por la poca preparación de todos, incluidos los más poderosos, para enfrentarla. Sin embargo, precisamente en épocas de crisis, cuando los recursos humanos materiales ya no responden ni a las necesidades ni a las urgencias y empiezan a flaquear los ánimos, víctimas de la desesperanza, es cuando más útil resulta levantar el telón que nos limita a lo inmediato para permitirnos identificar, en toda su luminosa fuerza, otras realidades que pueden ayudarnos a comprender mejor y reaccionar más eficazmente a las siempre pasajeras angustias. Oigamos el consejo de la psicología: no hay que dejarse dominar por el pesimismo o una visión trágica de la vida: es mejor ver el lado positivo de las cosas. “No hay mal que por bien no venga”, diría Sancho el Bueno, con su afición a los refranes. Los orientales y los yanquis concuerdan: “toda crisis es una oportunidad”. Por su terca determinación de subsistir, la humanidad ha desafiado milenios de oscuridad. Todos somos parte de un conjunto esencialmente indivisible, una cadena transmisora de eternidad. Escuchemos a Jorge Enrique Adoum, nuestro inmenso poeta: “Creo en un país independiente y soberano, capaz de trazar libremente, en la mano abierta de la patria, la línea sin interrupción y final de su destino”. En efecto, el Ecuador, como cualquier otro pueblo, puede decir: “Creo que mis jornadas y mis noches/ se igualan en pobreza y en riqueza a las de Dios y a las de todos los hombres.” (Borges). Llenémonos de la inquebrantable confianza de Walt Whitman en las virtudes del ser humano y sus ilimitadas capacidades. ¡Declarémonos en guerra: nuestro campo de batalla contra el coronavirus sea el mundo! Para ello, construyamos el poema de la solidaridad indestructible y trabajemos juntos, gobierno y pueblo. Los de la montaña, la costa, la selva y los mares, idénticos los unos a los otros, unificados por un peligro común, somos hermanos. No es hora para celos regionales. Volvamos a escuchar a nuestro poeta: “creo en un país donde seamos capaces de mirar por sobre el hombro la ruina que queda a nuestra espalda y construyamos un paisaje luminoso para todos, porque vamos a la luz que está adelante y nos espera al final del túnel largo.” ¡Y, juntos, derrotemos a la pandemia con nuestra mejor arma: quedándonos serenamente en casa!
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: https://www.elcomercio.com/opinion/columnista-opinion-elcomercio-inoportuno-crisis.html.